Ficha
técnica
Pedro
Rincón José
Luis Arias
Diego Cortado Iván Moschner
Diego Cortado Iván Moschner
Iluminación Ricardo
Sica
Vestuario Silvina Apfelmann
Tratamiento sonoro Federico Marrale
Asesoramiento vocal Patricia Douce
Colaboración artística Tian Brass, Diego Starosta
Fotografía Eunice Rozkiewicz
Programa y calcomanías Laura Rovito
Afiche y volantes Marcos Murano
Vestuario Silvina Apfelmann
Tratamiento sonoro Federico Marrale
Asesoramiento vocal Patricia Douce
Colaboración artística Tian Brass, Diego Starosta
Fotografía Eunice Rozkiewicz
Programa y calcomanías Laura Rovito
Afiche y volantes Marcos Murano
Prensa
CCEBA Armando
Camino
Producción
CCEBA Almudena
Javares Francisco
Director CCEBA Ricardo Ramón Jarne
Producción TNC Daniela Szlak
Asistencia TNC Mónica Quevedo
Pre producción Lucila Piffer
Producción ejecutiva Brenda Howlin
Asistencia de dirección Ayelén Duniec
Texto y dirección: Luis Cano
Director CCEBA Ricardo Ramón Jarne
Producción TNC Daniela Szlak
Asistencia TNC Mónica Quevedo
Pre producción Lucila Piffer
Producción ejecutiva Brenda Howlin
Asistencia de dirección Ayelén Duniec
Texto y dirección: Luis Cano
Teatro
Nacional Cervantes
Rinconete
y Cortadillo se estrenó en el
marco de un ciclo de teatro semimontado, como homenaje por los
cuatrocientos años de la publicación de las Novelas Ejemplares
de Cervantes; en todos los
casos, se ha realizado la transposición de las novelas a la escena.
Además, cada dramaturgo reescribió el texto de Cervantes que eligió
para montar.
Esta
doble operación (transposición
+ reescritura) obtuvo
como resultado piezas singulares, sin perder el sello del universo
cervantino, que excede el límite del corpus de las Novelas
Ejemplares.
¿Cómo
no asociar los aventureros Rinconete y Cortadillo con algún pasaje o
personaje de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, la
novela que marcó el rumbo de la narrativa en lengua española?
Caminos, rutas, pueblos, ciudades recorridos por este personaje, en
los que pululaban seres marginales, siempre dispuestos al engaño, al
robo y a la estafa: los pícaros, que dieron su nombre a un género
literario que emergió en un momento y un espacio determinado
(España, siglo XVII) y que se extendió a casi todas las literaturas
europeas y latinoamericanas.
En
la reescritura de Luis Cano, todos los personajes de la novela
cervantina quedan concentrados en los dos protagonistas, un desafío
que los actores José Luis Arias e Iván Moschner resuelven con gran
plasticidad y eficacia. Sus cuerpos, sus voces, devienen en muchos
otros, mediante una configuración espectacular en la que domina con
firmeza la actuación por sobre cualquier otro elemento teatral. No
es la única síntesis operada: los diferentes espacios recorridos,
los objetos, los accesorios, los sonidos, también son recreados por
obra y arte de la actuación, que funciona como una gran sinécdoque
de la escena. Al mismo tiempo, construye nuevas y propias
convenciones: ni los que asumen el rol de Rinconete y Cortadillo son
adolescentes, ni visten pobremente. Ni hace falta, ya que los tópicos
centrales de la picaresca en tanto género -el hambre, la
marginalidad, el desamparo- atraviesan el mundo de la escena y nos
afectan en tanto espectadores.
Unos
cambios de colores en las luces, un breve corte musical, y estos
inmensos actores nos transportan a un universo que sólo advertimos
de soslayo, cuando transitamos por cualquier gran ciudad. La España
del hace cuatro siglos se transporta a un barrio periférico de la
ciudad de Buenos Aires actual. Los que duermen donde se puede, los
que comen de salteado, los que roban para, apenas, sobrevivir. El
mundo del hampa organizado, con sus jefes y sus "códigos",
el sexo que se intercambia por una moneda. Todo está allí, en ese
pequeño rectángulo de la escena. Los personajes corren, siempre van
escapando, pero lo que dejan atrás es demasiado parecido a lo que
vendrá.
Rinconete
y Cortadillo, o Rincón y Cortado están atrapados por una realidad
que convive e interactúa desde el margen con muchas otras. Por más
vueltas que le den, no pueden atravesar las barreras sociales. Sus
hábitos, su registro lingüístico, las marcas de su historia de
exclusión siguen funciondo como trampas hacia las que van en línea
recta a su perdición.
Si
el personaje teatral se define por el lenguaje, los Rinconete y
Cortadillo de Luis Cano horadan la superficie del lenguaje hasta
llegar a sus vísceras, casi siempre vacías de alimento. Y el hambre
no es sólo de comida.
Tránsito
desde una novela ejemplar, cuyo fin era entretener al tiempo
que advertir sobre los vicios y peligros, a un espectáculo que, más
allá de indagar en las dolorosas zonas de la marginalidad
contemporánea, nos ofrece una lección de teatro.
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